MIS MEMORIAS Y LA VIRGEN DE FÁTIMA.

Aquel hombre detuvo su moto frente a mi casa, se quitó el casco y se acercó con pasos firmes hacia donde se encontraba mi madre; lavando ropa a mano. Era una tarde de primavera, corría una suave brisa que daba sensación de calma, haciendo que reposara nuestras almas en una especie de nuve viajera. Aquel hombre era un vendedor de cuadros, cuadros religiosos y comenzó a ofrecer su producto. Yo que hacía compañía a mi madre me fijé en uno de los cuadros e inmediatamente sentí una especie de "conección interior" con aquella escena representada en uno de sus cuadros. Los tres niños arrodillados frente a una Señora.

Me llamó poderosamente la atención, y le supliqué llorando a mi madre que me comprara aquel cuadro. Después de llorar un buen rato y con la ayuda del vendedor he convencido a mi madre para que me comprara el cuadro. Así lo hizo. Trenía entonces unos 6 años. Mas tarde me enteré que aquellos niños arrodillados frente a una Señora eran los pastocitos de Fátima, y la Señora vestida de blanco, era La Virgen. Sentí "envidia santa" de aquellos bienaventurados. Me marcó para siempre.

La Virgen desde aquel momento me enseñó un camino. Un camino que aquel momento no lo comprendía pero yo confié, como los pastorcitos y seguí ese camino.Mi madre me contó parte de la historia de la Virgen de Fátima, luego mi abuela, mi querida abuela, con ella rezaba todos los días el Rosario, me sentaba a sus piés y rezaba con devoción porque los pastorcitos de Fátima así lo hacían.Aquel cuadro que me compró mi madre me acompañó hasta los 16 años. Se quedó en algún lugar perdido en el tiempo, pero me dejó infectado por un "virus del cielo" si es que así lo puedo decir.

Por eso tengo una conexion especial con Juan Pablo II, su amor a la Virgen, el atentado el día de la Virgen de Fátima, siento un profundo lazo entre el y yo, un lazo espiritual. He llorado mucho el día de su muerte, porque había perdido a un Padre, a un verdadero Padre, creía en el a ciegas.

Así que me enamoré de la Virgen aquella tarde de primavera, ella simplemente hirió mi corazón de niño, y salí tras ella, yo, como un pajarillo herido.

María, Madre mía,
nunca me abandones,
haz que mi amor por tí,
siempre sea como la primera vez,
tierno y dulce, fuerte y eterno.
aguztin II.